Pues ya van 4 las veces que participo en los 34 km de los 100 km / 24 horas del Corricolari. Y por que repetir en una prueba que te deja un sabor agridulce?, pues la explicación que tengo, es que es una prueba que me deja disfrutar de la actividad sin exigirme unos tiempos para mi inalcanzables y porque la comparto con mis compañeras de entrenos.
Después de un invierno malo, tres meses de no poder correr nada, llega abril y empiezas a salir de nuevo, despacito, intentando recuperar lo perdido, (incapaz de seguir a las ART’s, cada día mas en forma), poco a poco, sin terminar de tener esas buenas sensaciones de otros años, pero decidida a darlo todo este día. Llega el día y te levantas con puñales en la garganta y solo piensas, que esto era lo que te faltaba, pero ya tienes todo preparado y hay que hacerlo.
Este año solo Marisa y yo, nos enfrentamos al reto, nuestras compis están de comunión. Bueno, ellas saben que van con nosotras en espíritu y fuerzas. Llegamos a Colmenar, nosotras como siempre, con el tiempo justo para aparcar, y colocarnos el dorsal, bebemos, crema solar y a colocarnos en la salida, tampoco hace falta ponerse muy delante, aquí la mayoría que hace los 100 km salen andando y no hay problema, de hecho este año, había mucha menos gente.
Se empieza con la vuelta a la pista de atletismo para continuar por una larga subida hasta salir de Colmenar y coger el camino, aquí ya hay de todo, subidas, bajadas, piedras, sendero estrecho, nos vamos amoldando según el terreno, vamos bien, Marisa me pregunta un par de veces, la digo que si no hablo voy bien, a base de paracetamol e ibuprofeno sobrellevo mi garganta lo mejor que puedo.
El día, calor, pero a veces nublado, bastante bien para las horas que nos esperan, empezar a las 12 de la mañana es saber que como salga el Lorenzo nos atiza pero bien.
Van pasando los km y las horas, en los avituallamientos, cada 5/7 km, este año solo nos dan una botella de agua, nos extraña pero bueno es lo que hay, algo llevamos en la mochila para poder comer, pero en comparación con el año anterior, nos pareció escaso.
Hasta el km 19 es un sube baja constante, pero del 19 al 25 es todo bajada, se puede correr y aunque los kms ya pesan, yo me encuentro fenomenal, intercambiamos charla con varias personas que nos encontramos, en las ediciones anteriores todo el recorrido ibas acompañado de alguien, este año, hemos hecho ratos muy muy largos de no ver a nadie, ya lo habíamos notado en la salida, poca gente.
En el 26 ya sabes que esto esta hecho, pero es el trozo mas pesado, las vias del tren, llano, pero muy incomodo para correr, con esas piedras blancas sueltas, te dejan los pies hechos polvo. Marisa ya va un poco con el gancho, aflojamos y caminamos prácticamente los siguientes 5km, cuando ya se ve Colmenar otra vez te entra el subidón, esos 3kms se nos pasan volando, nos esperaban en meta nuestros peques y nuestros maridos, nos tenían que ver llegar con buenas caras. Vuelta de honor a la pista de atletismo, música triunfal y se acabó, otro año superado e incluso con mejora del tiempo. 5 horas 20 minutillos, 10′ menos que el año pasado. Nuestras caras de felicidad, nos decimos la una a la otra, somos unas campeonas.
Agridulce como decía al principio, este año no había avituallamiento final para los que hacíamos solo los 34 km, le damos las gracias a los voluntarios que allí estaban por darnos una botella de agua a pesar de que no podían. A la organización, espero que vean para próximas ediciones que es mas importante para los participantes que pongan algo de fruta y agua en los avituallamientos que la camiseta, el pin y el diploma. Es una prueba muy bonita que esta perdiendo gente.